miércoles, 8 de junio de 2011
Las Tortilleras
Dos chicas están estudiando solas en un piso en pleno verano madrileño, cuando un técnico de televisión llega a revisar un aparato averiado… Era verano, principios de agosto. Si has estado en Madrid alguna vez por esas fechas sabrás que el calor es sofocante, toda la ropa sobra y la que la decencia obliga a vestir se vuelve pegajosa y lo único que realmente apetece es meterse en el agua de una piscina, o de una bañera, o mejor aún, bajo las olas del mar. Pues bien, si además del calor que de por sí hace en Madrid en verano ponte en el centro de Madrid, nada más que asfalto por todas partes, desesperación por ver algo verde que no sean las pastas de un libro que hay que examinar en septiembre…
Esta era más o menos la situación en la que se encontraban Elena y Marta, en verano, calor sofocante, sin un duro y con alguna que otra asignatura pendiente para septiembre. Y encima para colmo de males los padres y el hermanito pequeño de Elena se habían ido a la playa justamente el día anterior. El enano empollón le había estado restregando que se iba a chupar el veranito sudando la silla y encalleciendo los codos. “Ojalá le pique una medusa, ¡ya se enterará este cuando sepa lo que aprietan en la uni!”. En fin, tampoco era para tanto, el invierno había tenido un montón de fiestecitas locas y los libros no es que hubieran estado entre su dedicación más plena, y así y todo se había quitado alguna de las más gordas.
Era un jueves por la mañana y aprovechando que en su casa no quedaba ni el Tato había quedado con Marta para estudiar juntas. Les habían quedado las mismas asignaturas y al menos no era tan desesperante verse sola en casa, tendría alguien con quien compartir las penas. A las 10:30 sonó el timbre del portero automático, como siempre Marta llegaba tarde, mejor porque si hubiera llegado a las 10:00 como habían quedado tendría que haberla recibido en pijama.
-¡Hola!, ¿qué tal? -saludó Marta muy emocionada. -Hola, parece que vienes muy animada. -Increíble, chica, viniendo de camino he pasado por delante de una tienda de electrodomésticos y no te puedes imaginar el pedazo de tío que estaba metiendo unas cajas con televisiones y demás, y estaba para comérselo. Vamos, ¡que me ha animado! -Vaya, vaya. Ya veo -a Elena le resultaron evidentes los dos bultitos que se apreciaban en la camiseta de Marta correspondientes a sus dos pezones erectos.
Ella también notó que un cierto calor le subía por entre las piernas. Alguna vez se le había pasado por la cabeza proponerle a Marta que tuvieran una experiencia, pero por temor a perder su amistad no se había atrevido, pero en el fondo sentía una fuerte atracción por ella. Le encantaban sus pechos, no muy grandes pero muy redondos y perfectamente formados acompañando de forma ideal sus pequeñas caderas y su suave cintura. Marta tenía un aspecto frágil, sin grandes curvas, pero al no ser muy alta, le quedaban estupendamente. Marta se ruborizó un poco al sentir la mirada de su amiga sobre sus pechos, le avergonzaba un poco que su amiga le mirase de aquella manera, pero también le hacía sentirse orgullosa… quizás si tuviera un poco más de valor para dar el primer paso.
Tras una breve charla ligera se pusieron sin más dilación a la tarea, había mucho que estudiar y el verano se acababa pronto. Al terminar de comer las dos estaban cansadas y Marta comentó que podían ver la tele un rato que estaba cansada de tanto estudiar.
-No funciona -dijo Marta tristemente- está así desde antes de ayer. Mis padres han dicho que quizás vendrían a repararla hoy.
En ese mismo momento sonó el timbre del portero automático. Elena lo descolgó y se encontró con una voz masculina.
-Hola, buenas tardes. Vengo por un aviso de una televisión estropeada. -Adelante, suba.
Puesto que estaban aburridas y no les apetecía estudiar, la visita del técnico les venía que ni pintada para entretenerse un poco, poco se imaginaban ellas lo que estaba subiendo por el ascensor.
Cuando Juan salió del ascensor se encontró en un descansillo amplio en el que una puerta situada al fondo se encontraba abierta con dos jóvenes mujeres como comité de bienvenida. Inmediatamente le dio un vuelco el corazón, ¡qué par de estupendas muchachas! Eran las dos a cual más estupenda. Iban descalzas y sus piernas parecían larguísimas hasta llegar a los pequeños pantalones cortos ajustados a la cintura que subían por entre sus piernas marcando sus montes de Venus y creando una silueta para volverse loco. Siguió subiendo por los cuerpos semidesnudos para encontrarse con dos pares de tetas que hubieran quitado el hipo al más pintado. La chica que sujetaba la puerta llevaba una camiseta recortada por la cintura que dejaba ver su ombligo y que caía suelta debida al tamaño de sus tetas. La otra llevaba la camiseta muy ajustada y en su rápida exploración le pareció ver que se marcaban sus pezones. Dos bultos duros y pequeños que de sólo pensar en comérselos se le hacía la boca agua. Cuando consiguió salir del shock de ver aquellos cuerpos pudo comprobar que tenía en frente dos caras sonrientes, y en las que su imaginación quería ver un atisbo de lujuria. En cualquier caso, cuando se esperaba encontrar con algún marido pesado haciendo de Rodríguez y que quería su tele para poder ver el fútbol de la pretemporada, se había encontrado con dos pequeñas ninfas con aspecto de querer batalla. Lástima, seguro que si hubiera estado solamente una de las dos hubiera sido mucho más sencillo conseguir algo más que una buena propina.
-Hola, buenas tardes. Venía a ver el televisor. -Sí, pase, está en el salón -le respondió Elena apartándose para que pasara e intentando acercarse para que sus brazos le rozaran al entrar por la puerta.
Las dos chicas tuvieron la misma idea y a Juan le costó entrar en la casa pues le habían dejado un pasillo muy estrecho entre las caderas de una y las tetas de la otra. Al pasar por delante de Marta que también se había echado a un lado sus tetas rozaron “accidentalmente” con su brazo y no pudo evitar dar un respingo al ver la cara sonriente de la chica cuando pasaba a su lado.
-Al fondo del pasillo. -¿Qué es lo que le pasa exactamente? -le costó decir esto porque una vez dentro y darse la vuelta vio como la chica del ombligo al aire se lo estaba acariciando despacio, como recreándose. Si no hubiera sido por su compostura y por la amiga, le hubiera arrancado allí mismo la ropa.
-No sabemos, se enciende, se oye el sonido, pero la imagen no aparece. ¿Es grave? -No, no creo. Lo que no creía era lo que estaba viendo, por momentos pensaba que aquellas dos iban a ponerse a frotarse sus propios cuerpos. Debían ser imaginaciones suyas porque quería adivinar lujuria en las miradas que le dedicaban. -Vale, gracias, ya me apaño, podéis seguir a vuestro aire, es cosa mía. -dijo dándose la vuelta y dirigiéndose a donde le habían dicho que estaba el televisor.
Por un momento Elena y Marta pensaron lo mismo. ¡Qué pedazo de hombre! Por delante estaba estupendo con ese pedazo de paquete marcándose en sus pantalones, pero por detrás quitaba el hipo. Con unos hombros anchos, y con un pantalón vaquero desgastado que dejaba adivinar un culo prieto y redondo. Tras un breve momento de éxtasis en el que a ambas les pareció que sus bragas se empapaban de flujos, decidieron al mismo tiempo ir a la cocina a por refresco.
-¡Dios!, ya te dije que estaba bueno. Es el mismo que he visto esta mañana -afirmó Marta totalmente alterada. -Tenías razón, está buenísimo. Pero ya te vale, ya me he dado cuenta de cómo le mirabas, le he salvado por estar yo aquí, si no ya le hubieras violado. -Mira quien habla, la mosquita muerta que casi le pone el culo delante de la polla según pasaba por tu lado. -Buf, tienes razón, no lo he podido evitar, y quién se pone a estudiar ahora, imposible.
Después de un rato de estar discutiendo las excelencias del cuerpo del técnico oyeron que les llamaba desde el salón reclamando su ayuda.
-¿Qué tal va eso? -preguntó Elena. -Bien, ya le tengo reparado, pero reclamaba vuestra ayuda para mover el mueble, al sacarlo he podido, pero temo por las figuritas se puedan caer ahora al volver a meterlo y quería que estuvierais por aquí para sujetarlas mientras empujo el mueble. -todo eso era casi verdad, tenía fuerza de sobra para que el mueble se deslizara sin que las figuritas se moviesen ni un ápice, pero no quería irse tan pronto y quería ver más de cerca aquel par de jovencitas. -De acuerdo -dijeron jovialmente al unísono Marta y Elena queriendo anticiparse a ver aquellos músculos en acción.
Dicho y hecho, él se colocó enfrente del armario y poniendo todos sus músculos en tensión levantó el mueble empujándolo hasta su posición habitual. En la operación sus brazos se tensaron revelando el tamaño de sus tríceps y sus músculos dorsales y pectorales se dibujaron contra la tela de la ajustada camiseta que llevaba, haciendo que las chicas, que no dejaban de mirarle, mojaran aún más sus bragas, ya de por sí bastante húmedas. Una vez colocado los tres debido al trabajo y al calor estaban bastante calurosos, así que Elena les ofreció algún tipo de refresco.
-Para mí una coca -le pidió Marta. -A mí me apetece un batido de chocolate fresquito, si no es mucha molestia. -No es molestia, será un placer.
Elena se fue para la cocina a recoger los batidos dejando a Juan y Marta solos.
-Qué pesadez estar trabajando ahora con el calor que hace, ¿verdad? -Sí, además, llevo una racha de trabajos que son un coñazo, este servicio es lo mejor que he tenido en un mes. -le dijo mirándola fijamente a los ojos, como queriendo atravesarla y notando como los pezones de la chica se ponían duros debajo de la camiseta sin sujetador y que con la transpiración se había pegado aún más a su piel. -Vaya, me alegro, yo me he venido aquí a estudiar aprovechando que los padres de Elena están de vacaciones y la verdad es que nos ha venido bien un poco de distracción para levantar la cabeza del libro. -le costaba hablar, notaba su mirada penetrante que la atravesaba y notaba como él miraba a sus pezones que notaba duros y estirados por debajo de la camiseta.
Elena llegó enseguida con el refrigerio y al darle a Juan la botella con el batido tropezó un poco intencionadamente derramándole por encima de la camiseta y de su mano parte del chocolate.
-¡Oh, vaya! ¡qué patosa soy!, perdona. -mientras se disculpaba se acercó y cogiendo una servilleta intentó limpiar el chocolate de la camiseta. Por supuesto todo era una excusa para tocar los músculos de su pecho que estaban en tensión, pudo además notar que cuando le intentaba limpiar sus pezones se pusieron duros ante el roce de su mano. -No acaba de salir, será mejor que te quites la camiseta. Si no tienes prisa te la puedo dar un agua mientras te acabas el batido, con el calor que hace se secará en seguida. -De acuerdo. -dicho y hecho, en un momento, todo su torso se encontraba a la vista de las dos muchachas que le miraban como extasiadas y que estaban a punto de perder el control de un momento a otro- voy a lavarme también un poco el brazo.
Cuando volvió del baño en el salón estaba solamente Marta mirando por la ventana con los brazos apoyados en los codos y con el culo sacado para fuera, parecía que le estuviese invitando a ponerse detrás.
-¿Qué tal? Tomando un poco el aire -dijo acercándose hasta colocarse casi detrás. -Sí, tengo mucho calor, -respondió Marta girando un poco la cabeza y atrasando el cuerpo hasta que su culo comenzó a rozarse contra el cuerpo del hombre, y notando cómo debajo de los pantalones había otro músculo que ya estaba bastante tenso -y estoy empezando a notar aún mas calor.
Continuó apretando hacia atrás encontrándose con la resistencia de las caderas del hombre que empujaba hacia adelante, por fin estaba claro que la atracción física existente no se podía demorar más.
Las manos del hombre se posaron sobre sus caderas apretando sus nalgas firmemente y atrayéndola aún más para que su culo se frotara sobre su polla que ya estaba completamente dura y a punto de explotar. La tela del pantalón le permitió a Juan bajar un poco las manos y sin separar los cuerpos tocar su suave piel y el principio de su culo, aquel culo que le estaba volviendo loco. Marta se estaba poniendo realmente cachonda, quería que aquellas manos recorrieran todo su cuerpo, meter aquella polla que rozaba contra su trasero estuviera en su boca, en su coño ya totalmente húmedo, y dentro de su culo, penetrándola salvajemente. Se mordía el labio mientras comenzaba a respirar de forma jadeante y pesada debido a la excitación. Las manos del hombre empezaron a subir por su cintura, pasando por debajo de la goma de su ajustada camiseta para acabar posándose sobre sus pechos, estrujándolos con fuerza pero sin pasarse. Llegando al umbral del dolor, pero consiguiendo el mayor placer. Alternando pellizcos de sus pezones con suaves caricias sólo en la punta y rozando sus aureolas. Marta terminó de doblar su cuerpo por completo para exponer su culo completamente al roce del pene del hombre, y subió sus propias manos acariciando sus piernas hasta llegar a tocar su propio sexo. Pudo sentir la humedad de su coño por encima de la tela de su pantalón. Siguió echando su mano hacia atrás hasta que pudo sentir la punta de la verga del hombre por encima de la tela, su cuerpo dio un respingo al comprobar que no llevaba ropa interior, sólo había un poco de tela vaquera entre su mano y aquella polla que le estaba volviendo loca al rozarse sobre su culo. Necesitaba tocarla en carne viva y levantándose un poco se apartó lo justo para poder desabrocharle el pantalón y poder bajárselo. No tardó ni dos segundos en caer hasta sus tobillos dejando aquel inmenso pene al descubierto y que ya estaba por debajo de ella rozándole el coño, apretado contra él por su propia mano.
Mientras tanto, Elena volvía de la cocina y se extrañó de no oír ningún ruido en el salón aparte de unos extraños suspiros. Cuando llegó a la puerta pudo ver desde atrás el apretado culo del técnico con el pantalón por los tobillos y cómo estaba acariciando las tetas de su amiga por debajo de la camiseta. Por un momento la escena la dejó sorprendida, pero inmediatamente la excitación de ver aquel culo apretándose y relajándose le invadió completamente, quedándole solamente el deseo de apretarlo y rozarse contra él. Se acercó sigilosamente quitándose la camiseta, pantalones y ropa interior llegando totalmente desnuda al roce contra aquel hombre cuya visión le hacía mojarse entera. Apretó su cuerpo contra él, sintiendo sus pechos oprimir la musculosa espalda y rodeando con sus brazos el cuerpo del hombre hasta llegar a tocar sus pechos de forma similar a como lo estaba haciendo él con su amiga. Notando el nuevo contacto, el hombre aceleró el ritmo de sus caderas para poder rozar su culo contra el coño que le apretaba desde su espalda y donde no tardó en poner una mano para acariciarlo suavemente, jugando con el vello fino que lo poblaba. Aquellas dos mujeres le estaban poniendo demasiado cachondo como para ser verdad. Cogió las manos de la que tenía por la espalda y las apartó de sus pezones dirigiéndolas sobre los pechos de la muchacha que tenía delante. Quería que las dos amigas se sobaran y restregaran tanto como las ganas que tenía él de sobarse y restregarse contra ellas.
Aquel movimiento de manos dejó un poco desconcertada inicialmente a Elena, no creía que estuviera tocándole las tetas a su amiga, pero tenía que reconocer que le encantaba hacerlo, más de una vez lo había deseado y por fin estaba sucediendo gracias a aquel semental que tenían atrapado entre ambas. Marta mientras tanto no se había enterado de nada, hasta que notó que aparte de las dos manos que estaban tocando sus pechos, esta vez de forma más ligera, con menos brusquedad, notó que una tercera mano empezaba a tocarle por encima del pantalón, justo sobre su húmeda raja. Volviendo la cabeza pudo ver cómo detrás del técnico estaba Elena, frotándose contra él, sobándole las tetas, con los ojos cerrados, y mordiéndose el labio. De repente, todos sus sueños eróticos con ella vinieron a su mente y le dieron unas ganas terribles de besar esos labios. Cogió una de sus manos e irguiéndose atrajo hacia sí a Elena rodeando el cuerpo del hombre hasta estar las dos frente a frente con Juan detrás que seguía sobándole una teta y tocándole el chocho, ya por debajo del pantalón, el cual había bajado un poco.
Las dos quedaron mirándose a los ojos, podían notar sus respiraciones una contra la otra, empezaron a besarse con pasión, uniendo sus lenguas en una vorágine de lujuria que les hizo flaquear las piernas. Sus pechos rozaban entre sí haciendo que sus pezones se pusieran aún más duros todavía. El hombre tenía ahora una mano sobre cada uno de sus coños, estaba masturbando a las dos a la vez. La novedad del beso entre ellas y aquellas manos expertas provocaron en las dos un orgasmo simultáneo que subió aún más la temperatura de la habitación.
Una vez que hubieron recuperado un poco la respiración, Elena comenzó a bajar por el cuerpo de su amiga, lamiendo, sorbiendo, mordisqueando. Por allí por donde pasaba, Marta recibía chispas eléctricas que se concentraban en su coño, sobre el cual ya se estaba restregando la polla del hombre recorriéndole con cada movimiento el coño entero desde su culo hasta su clítoris volviéndola loca. Por entonces, Elena ya había llegado a la altura del coño de Marta, podía ver la punta de la enorme polla apareciendo por entre los labios del chocho de su amiga. El olor era intenso, el coño que tenía delante brillaba debido a los flujos que había inundando el interior de los muslos. Encontró el clítoris y empezó a chuparlo y a lamerlo. Al mismo tiempo lamía la punta del capullo que venía con cada movimiento de caderas del hombre. Quería comerlo, quería haberlo comido desde el mismo momento en que salió del ascensor. No podía más, cogió entre sus manos la polla que tenía delante y se la metió hasta dentro. Subía y bajaba con las manos deprisa, alternando con largos lametazos en la punta. Dando ligeros mordisquitos por la base y lamiendo los grandes huevos hasta llegar casi al culo del hombre.
Marta estaba mirando cómo su amiga se estaba comiendo esa polla y le daba envidia, pero ella quería más.
-Métemela, por favor, cómeme el clítoris mientras él me la mete -le suplicó a su amiga, que muy condescendiente cumplió sus deseos apuntando la polla contra su chocho y cogiendo el culo del hombre hizo que la polla entrase hasta la base aprovechando así para repartir lametazos entre los huevos del hombre y el clítoris de la chica mientras que ella misma se masturbaba rápidamente.
Habían conseguido un ritmo frenético, aquellos lametazos sobre los huevos y aquel coño caliente y mojado que estaba apretando su picha estaban haciendo flotar a Juan. Pero no quería correrse todavía y además le apetecía ver a la pareja de amigas hacerse el amor. Se dio cuenta de que Elena se había sentado para estar más cómoda y se le ocurrió que agachándose podrían quedar las dos en una posición de 69 digna de verse.
Efectivamente, empujó las caderas de la que se estaba follando hacia el suelo hasta ponerse de rodillas, y como imaginaba ya estaba dirigiendo la cabeza hacia el coño de la amiga, la otra estaba ya totalmente tumbada sobre el suelo, y cuando sintió la lengua de su amiga encontrar su clítoris dio un respingo de placer y empezó a hacer lo mismo sobre Marta con más entusiasmo.
Para Juan aquella visión era demasiado, tenía que parar de follarse aquella máquina sexual o se iba a correr demasiado deprisa y no quería. Sacó su polla de aquel coño provocando un breve gemido de desconsuelo por la falta de penetración, ahogado inmediatamente por la ola de placer enviada por Elena, que ahora tenía toda la cancha libre. Juan se apartó un poco para ver aquellas dos jovencitas comiéndose los coños, era una visión como pocas, sobre todo cuando ambas empezaron a correrse y enterrando las cabezas entre las piernas para ahogar los gritos provocados por el placer proporcionado. Parecía que se hubieran olvidado de él, se dieron la vuelta y se quedaron abrazadas besándose suavemente, una encima de la otra. Juan decidió pasar de nuevo a la acción y colocándose de rodillas por detrás de ambas comenzó a rozar su pene contra el clítoris de Elena que se hallaba sobre el suelo. Obtuvo por respuesta un gemido de placer y una elevación de caderas, invitándole a entrar, en poco tiempo estuvo totalmente dentro y moviéndose como una taladradora, follándola sin piedad, buscando ahora sí un orgasmo aliviador después de tanta excitación. Al mismo tiempo Marta estaba siendo masturbada por su amiga mientras desde atrás el hombre le acariciaba los pechos pellizcándole los pezones. En poco tiempo los tres estaban ya gritando de placer próximos al orgasmo.
-Me corro, me corro -fue Elena la primera en anunciar el orgasmo colectivo que se aproximaba.
Juan notó por entre sus piernas la sensación inconfundible de que no iba a poder aguantar mucho más y sacando su polla puso a las dos chicas de lado rozándose las tetas entre ellas y ascendiendo por entre sus cuerpos acabó masturbándose a la altura de sus pezones. No pudo más y lanzó su carga de semen sobre las tetas de ambas que se rozaban y se frotaban besándose y repartiendo cada uno de los rastros de corrida por sus pechos, por su tripa, mojando sus dedos y llevándoselos a la boca para saborear el semen del hombre que se acababan de follar.
Se quedaron así, abrazadas, besándose con suavidad mientras él se terminó de vestir tras recuperar su camiseta ya limpia y seca. Al irse les acarició la entrepierna introduciéndole a cada una un dedo para provocarles un último respingo de placer.
-Bien, ha sido un placer reparar vuestra televisión. -Humm -gimió Elena- ya sabemos a dónde hay que llamar si alguna vez se estropea algún aparato. -Sí, es posible que incluso se vuelva a estropear la televisión cualquier día de estos. -sonrió pícaramente Marta guiñándole un ojo. -Buf, con el calor nunca se sabe
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